Primero fue un grito, después unos golpes, luego la
oscuridad seguida del silencio. Entre
medias, el dolor ocre en el alma. La sangre pintando de rojo la indefensión. La
herida morada de una ilusión rota. El caos grisáceo de un cuerpo irreconocible. La negra confirmación de un final anunciado. El último soplo, de una paleta que había empezado a llenarse
de color.
El
día de antes, a la puerta de la Alhambra, la gitana le había profetizado:
«Tus
sueños de hoy, paya, con este payo, serán tu pesadilla de mañana».